
mi pequeña sobrina se detuvo frente al aparador
- ¡mira!, esa guitarra es hermosa.
Entramos a la tienda,
era la última, era demasiado cara para ella
pero no para mi que la compré.
pidió que se la prestara y le dije que no.
Yo no sé una mierda de guitarras.
pero me gustaba su cara de deseo
y frustración.
Entonces, le dije que el próximo sábado
se la prestaba.
Y ese viernes
la hice añicos.
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