11 junio, 2009

zuerst


Compré cien gramos de la mejor nieve
conseguí un par de botellas de vodka y ron
luego las emborraché y algunas se drogaron
como era de la mejor caña, ninguna rezongó.
Después de que durmió la ultima
las desvestí a todas:
Parecían muñecas, tan blancas, delgadas
indefensas
como largas lineas de coca.
Entonces
encendí la cámara.
Yo no sé qué sucedió cuando despertaron todas juntas
desnudas, adoloridas
en un cuarto de hotel
con la factura sin pagar
y sin rastro alguno de sus ropas.

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